Tecumseh y el Profeta by Peter Cozzens

Tecumseh y el Profeta by Peter Cozzens

autor:Peter Cozzens [Cozzens, Peter]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


MAPA 6: EL PAÉS DE LOS HERMANOS SHAWNEES, 1811

Pero Tecumseh había venido a hablar. Y, dado que no venía a arrasar Vincennes, descendió el río con calma, tomándose dos semanas para recorrer apenas doscientos diez kilómetros. Traía mujeres y niños, cosa que jamás haría una partida de guerra. Por fin, se disculpó al capitán Wilson por los muchos guerreros que habían querido sumarse a su delegación.

Tecumseh actuó con cautela y contenía su temperamento, pero no estaba dispuesto a renunciar a sus prerrogativas de jefe. Tampoco se rebajaría ante el gobernador. Rechazó la petición de Harrison de celebrar el consejo de inmediato, y retrasó su llegada un día. El 30 de julio, se presentó con ciento ochenta guerreros armados solo con mazas de guerra, cuchillos y tomahawks. Todos habían acordado dejar sus mosquetes en el campamento, lo cual era una importante prueba de buena fe por parte de Tecumseh. Harrison había erigido para el acontecimiento un gran cenador. Le acompañaban setenta dragones desmontados, armados con sables y dos pistolas al cinto. En los aledaños de Vincennes había casi ochocientos milicianos, preparados en teoría para cualquier emergencia.

Tecumseh asumió un tono tan conciliador que Harrison se felicitó a sí mismo por haber intimidado al jefe indio. Pero, en realidad, lo que buscaba Tecumseh era un encuentro en el que no ocurriera nada. Se disculpó por la confiscación del cargamento de sal, y añadió con sorna que era imposible complacer al gobernador: el año anterior se había enfurecido porque Tecumseh no había querido la sal, y este año porque Tenskwatawa se la había quedado. Las frases de Tecumseh iban siendo remarcadas por una sucesión de rayos. Un violento chaparrón aplazó el consejo hasta la tarde siguiente.

Cuando el consejo volvió a reunirse, Tecumseh proclamó tanto su devoción por la paz como su gran fortaleza, pues, después de muchas dificultades, había logrado unir a las tribus septentrionales bajo su liderazgo. Pero no había motivo para la consternación. Los indios no hacían más que seguir el ejemplo de los Estados Unidos, «al formar una estricta unión de todos los fuegos que componen su confederación». Tecumseh confesó de forma voluntaria sus planes para expandir la alianza a las tribus sureñas, además de visitar a los shawnees del oeste y a los osages, tras haber acordado una paz entre los dos antiguos enemigos. Una vez que Tecumseh convenciera a todos los indios de «hablar con un único corazón y una sola boca», entonces aceptaría el ofrecimiento de Harrison de organizar una visita al presidente. Esperaba que el gobernador no permitiera ninguna medición o asentamiento en el terreno del Tratado de Fort Wayne durante su viaje. Por su parte, Tecumseh se comprometió a impedir que sus seguidores del norte cometieran fechorías en su ausencia.

Harrison asumió una línea dura. Reprochó a Tecumseh que Main Poc hubiera asesinado colonos de Illinois, actos que estaban fuera del control de Tecumseh pero que este lamentaba. En lo que respecta a las tierras del Tratado de Fort Wayne, el «Presidente preferiría vestir con enaguas a



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